
Llegaste y juro que no te buscaba, no te esperaba, ni quería que estés. Te quise evitar, dar vuelta la cara, mis manos no querían acariciar tu cara. No creía encontrar en tu mirada un sueño.
Reformulé, me alejé, observe, lo negué rotundamente, te peleé, me irrité. No quería asumirlo y tampoco vivirlo.
Pero poco te importó, vos llegaste y tenías la convicción y la certeza de que yo iba a elegir que te quedarás.
Eras un distraído, desordenado que fuiste a los empujones entre la gente llegando hasta mi, mientras pisoteabas historias, sueños, pasados y nostalgias. Me encontraste y yo acepte a que me vieras.
De todas formas ya estabas adentro, cómodo y dispuesto a que yo correspondiera. Y yo que no te necesitaba, de pronto te mire, nos miramos y me di cuenta que estabas tan seguro de quedarte porque desde un primer momento suspire al sentirte.
Y por suerte todavía estás acá.
Mile.
No hay comentarios:
Publicar un comentario